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La historia de los seguros es tan antigua como la conciencia del riesgo de pérdida en el ser humano. En Mutualidad Caminos queremos que sepas un poco más sobre la razón de ser de los seguros y, para ello, nos vamos a remontar a la Antigüedad.

Los primeros seguros nacieron vinculados al comercio por mar.

Ya en la antigua Babilonia, hace 4.000 años, el Código de Hammurabi contemplaba el “préstamo a la gruesa ventura”, un contrato entre prestamista y naviero en el que primero costeaba el viaje marítimo del segundo. Si el navío llegaba a puerto, el naviero debía pagar al prestamista el capital cedido más los intereses establecidos.  En aquella civilización se crearon los primeros sistemas de mutualidad, puesto que las aportaciones de todos los mercaderes servían para construir un nuevo barco en caso de hundimiento.

Aunque de manera muy primitiva, los babilonios emprendieron el camino para organizarse frente al riesgo y garantizar una protección frente a la adversidad. Aún quedarían bastantes siglos para encontrarnos con los primeros documentos que podrían considerarse una póliza de seguros.

Por cierto, que la palabra póliza viene del griego apodiksis, que significa, demostración o prueba. Aunque también se considera que viene del latín pollicitatio, con el significado de promesa. En ambos casos existe una coherencia con lo que hoy entendemos como póliza, que es el documento en el que se establecen las condiciones del contrato entre asegurador y asegurado.

El primer documento con los elementos propios de una póliza aseguradora data de 1347 y cubría el riesgo de naufrugio de un navío mercante que cubría la ruta Génova-Mallorca. De aquel contrato aún se conserva acta en el Archivo Notarial Genovés. En él se contemplaba el riesgo del viaje, el contenido y el continente cubiertos por el contrato, la valoración económica ligada a la prima contratada y a las coberturas de la póliza, y el tiempo de validez de la póliza.

El siguiente hito histórico de los seguros lo encontramos en el gran incendio de Londres de 1666, que arrasó la ciudad y dejó sin hogar a una sexta parte de los habitantes de Londres. No pasó un año de aquello cuando se constituyó la compañía aseguradora contra incendios Fire Office.

El seguro de vida

Hasta ahora hemos visto el concepto de seguro vinculado a posesiones y mercancías, pero, ¿y a la vida?

En la Antigua Roma, los soldados contaban con una especie de seguro de vida. De su retribución, el Estado les retenía una pequeña parte para que en un futuro los soldados supervivientes y retirados pudieran contar con un sueldo. En el caso de que fallecieran en combate una parte del acumulado lo recibían los familiares.

En la Edad Media encontramos las llamadas guildas, asociaciones formadas por personas del mismo gremio que pagaban una cuota para tener un fondo de protección mutua que cubriera las pérdidas en caso de que ocurriera un incendio, un robo, una muerte o incluso una enfermedad que impidiera seguir trabajando y produciendo. Las guildas llegaron a tener en cuenta factores vinculados al riesgo como las condiciones de vida y salud de los integrantes.

Más tarde, en el siglo XVII surgieron las llamadas tontinas (el banquero napolitano Lorenzo de Tonti). Se trataba de una inversión colectiva vinculada a las personas de un grupo, un territorio, una organización… Cada participante pagaba una suma para la tontina y cuando moría alguno de los participantes se repartían los dividendos de esa persona entre los supervivientes.

Como en caso de fallecimiento de todos los miembros, el beneficiario último era el Estado, la tontina acabó siendo acogida por los gobiernos de algunos países europeos. Pero, como imaginarás, aquello generaba muchos intereses sobre la muerte de los participantes, así que el modelo acabó prohibiéndose.

Para encontrarnos con las primeras compañías aseguradoras de vida como tales tenemos que avanzar hasta el siglo XVIII en Inglaterra. La primera fue la Amicable Story for a Perpetual Assurance Office, fundada en 1705.

En el siglo XIX entrarían en juego las primeras estadísticas de mortalidad y la diferenciación de tasas conforme a la edad y las condiciones de vida. Fue así como empezaron a personalizarse los seguros de vida y a consolidarse como un producto asociado a la modernidad.

Basta un breve y somero repaso por la Historia como el que acabamos de hacer para entender por qué los seguros son consustanciales a nuestro modo de vida en la actualidad. Realmente han estado pegados al ser humano ‘toda la vida’.