Ildefonso Cerdá y Suñer, ingeniero, urbanista y político, nació el 23 de diciembre de 1815 en Centellas, Barcelona. Su historia se caracteriza por una combinación única de talentos técnicos, visión urbanística y compromiso político, que culminaron en el diseño del famoso Plan de Ensanche de Barcelona, un proyecto que redefinió la ciudad y sentó las bases del urbanismo moderno.
Cerdá fue el cuarto de seis hermanos. Desde joven mostró una inclinación por el conocimiento y la innovación, lo que le llevó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona bajo circunstancias económicas difíciles. Posteriormente, continuó su formación en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en Madrid, donde se graduó en 1841.
Su carrera como ingeniero fue breve pero significativa. En 1848, debido a la muerte de sus hermanos mayores, se convirtió en el heredero de la finca familiar y se casó con Magdalena Clotilde Bosch y Calmell. Este cambio en su vida personal le permitió dedicarse de lleno a su verdadera pasión: la urbanización.
La «idea urbanizadora»
Ildefonso Cerdá se retiró voluntariamente del cuerpo de ingenieros para concentrarse en su «idea urbanizadora». Consciente de las limitaciones que enfrentaban las ciudades europeas del siglo XIX, Cerdá centró sus esfuerzos en estudiar y desarrollar conceptos que mejoraran la calidad de vida urbana. Su interés en la tecnología, especialmente en la máquina de vapor y el ferrocarril, influyó profundamente en sus proyectos.
Una de sus contribuciones más notables fue la «Monografía Estadística» de la clase obrera de Barcelona en 1856, una obra pionera en el análisis cuantitativo y cualitativo de las condiciones de vida urbanas. Esta investigación formó la base para su monumental obra «Teoría General de la Urbanización» (1867), donde expuso sus principios y doctrinas sobre el urbanismo.
El ensanche de Barcelona
La Barcelona de mediados del siglo XIX era una ciudad amurallada que enfrentaba una rápida industrialización y un aumento demográfico. En 1841, el ayuntamiento publicó un manifiesto titulado «¡Abajo las murallas!» de Pedro Felipe Monlau, el cual fue un llamado a la modernización de la ciudad. Sin embargo, no fue hasta la revolución de 1854 y la posterior autorización en 1859 que se permitió el derribo de las murallas, abriendo paso a la expansión urbana.
Cerdá fue el encargado de levantar el plano topográfico de Barcelona y sus alrededores, trabajo que realizó con tanto rigor que se utilizó como base para el concurso del Ensanche de la ciudad. Su proyecto, que se basaba en principios de higiene, equidad social y funcionalidad, fue aprobado por Real Orden en 1859, a pesar de la fuerte oposición del ayuntamiento y algunos sectores locales.
El Plan Cerdá, como se conoce hoy, introdujo una cuadrícula de manzanas octogonales con amplias avenidas y espacios verdes. Este diseño no solo facilitaba la movilidad y la ventilación, sino que también permitía una expansión ordenada y sostenible de la ciudad. Aunque tuvo muchas críticas en su momento, con el tiempo se ha reconocido su genialidad.
La vida y obra de Cerdá fueron influenciadas por su entorno familiar y sus contactos. Jaime Balmes, un influyente filósofo y amigo íntimo de la familia, jugó un papel importante en su formación y pensamiento. La interacción con figuras como Balmes y su propia experiencia en la Milicia Nacional, defendiendo la Constitución durante tiempos turbulentos, moldearon su enfoque humanista y progresista hacia el urbanismo.
En cuanto a sus cargos políticos más destacados, cabe citar que fue diputado en Cortes por Barcelona entre 1851 y 1852, más tarde ejerció como concejal del Ayuntamiento de Barcelona. En la década de 1870 fue elegido miembro de la Diputación de Barcelona, de la que ejerció como presidente durante la I República.
Ildefonso Cerdá falleció el 23 de agosto de 1876 en Las Caldas de Besaya, Cantabria. Su legado perdura en la estructura y funcionalidad de la Barcelona moderna, así como en los fundamentos del urbanismo contemporáneo. Su enfoque holístico, que integraba tecnología, sociología y política, sigue siendo una referencia esencial para urbanistas y planificadores alrededor del mundo.
El Plan de Ensanche no solo transformó Barcelona, sino que estableció un modelo de desarrollo urbano que prioriza la calidad de vida de los habitantes. Hoy, Ildefonso Cerdá es recordado no solo como un ingeniero y urbanista, sino como un visionario cuyas ideas siguen influyendo en la planificación urbana global.