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Hace 58 años se inauguró el túnel de Mont Blanc, un portento de la ingeniería de 11 kilómetros de longitud, excavado bajo las montañas más altas de los Alpes para conectar Francia con Italia. Se convertía así en el túnel de carretera más largo del mundo.

Sus 11.611 metros, que se pueden recorrer a una velocidad máxima de 70 kilómetros por hora con un único carril por sentido, fueron récord mundial hasta 1978, año de apertura del túnel de Arlberg (Austria), con una longitud de 13.972 metros. Posteriormente, también sería superado por los de Fréjus, con 12.901 metros, San Gotardo (sureste de Suiza), con 16.918 metros y Laerdal (oeste de Noruega), con 24.500 metros.

Después de numerosas tentativas que fracasaron por rivalidades políticas y conflictos, los gobiernos de Francia e Italia firmaron la convención que en 1953 permitió dar el primer paso para situar París y Roma a unas 20 horas de distancia por carretera. La apertura de esta vía al transporte de vehículos privados supuso una revolución económica a ambos lados de la frontera.

Incendio

El túnel del Mont Blanc tiene una fecha negra: el 24 de marzo de 1999. Ese día, 39 personas murieron a causa del incendio de un camión de gran tonelaje que transportaba harina y margarina. El camión ardió y el fuego se propagó con rapidez a los vehículos que le seguían, causando un incendio de grandes dimensiones que los servicios de bomberos tardaron dos días en sofocar.

El túnel fue cerrado y no se reabrió hasta casi tres años después, una vez que se realizaron unas obras que costaron 380 millones de euros, invertidos mayoritariamente en mejorar las condiciones de seguridad.

Desde entonces, los transportes pesados de mercancías peligrosas tienen prohibido transitar por el túnel y el resto de los camiones son inspeccionados antes de su acceso, incluso con una medición de la temperatura de los frenos, la causa que provocó el trágico siniestro de 1999.

La única preocupación de los expertos en seguridad vial es la estructura del túnel, los siete metros de ancho por los que solo son posibles dos carriles, uno en cada sentido, lo que supone un riesgo de colisión frontal.

La inversión en seguridad y los altos costes de mantenimiento del túnel encarecieron notablemente las tarifas de peaje para cruzarlo.