Si nos preguntan cuál es el tren más famoso del mundo, sin duda, uno de los que nos viene a la cabeza es el Orient Express, protagonista de muchos proyectos cinematográficos y literarios de la cultura mundial. Pero la idea que tenemos de él muchas veces forma más parte de la ficción que de la realidad.
Este legendario tren tuvo como principal impulsor al belga Georges Nagelmackers (1845-1905), ingeniero civil y empresario ferroviario y hotelero. El objetivo del ingeniero era unir el continente europeo de oeste a este.
Nagelmackers había vuelto de un viaje a Estados Unidos inspirado por los avances ferroviarios de George Mortimer Pullman. Éste había creado el “cochecama” o coche Pullman que se había hecho famoso en 1865 con el traslado del cuerpo del presidente Abraham Lincoln desde Washington hasta Springfield y, tras su gran popularidad, se planteaba exportarlo a Europa.
A su vuelta a Europa, Nagelmackers fundó la Compagnie Inernationale des Wagons Lits y puso en marcha el proyecto a pesar de la rivalidad con el estadounidense; la oposición de las grandes compañías ferroviarias que no querían ver peligrar sus negocios existentes; los conflictos bélicos como la guerra francoprusiana de 1870 y la desconfianza de los gobiernos a la hora de facilitar las comunicaciones entre países.
El impulso definitivo para la continuidad del proyecto llegó tras la guerra. Gracias al apoyo del rey Leopoldo II de Bélgica que le ayudó a conseguir los primeros contratos con las ferroviarias en Francia, Alemania y Austria. En 1872 puso en funcionamiento el ferrocarril entre París y Viena y en 1883, hasta Estambul.
El 4 de octubre de 1883 se efectuó desde la Gare de l’Est de París el primer viaje inaugural del Orient Express con tres coches de pasajeros, dos coches cama, un coche restaurante y 24 pasajeros a bordo.
Todo en el Orient Express respiraba lujo. Su decoración estaba inspirada en los mejores hoteles: techos de cuero, lámparas de la mejor fábrica de vidrio, textiles de terciopelo, muebles de caoba y cubertería de plata. Los departamentos contaban con un aseo privado y la cocina que se podía degustar en su restaurante era exquisita.
Los primeros viajes en el Orient Express contaban con un trasbordo en Giurgiu: los pasajeros cruzaban el Danubio en ferri y viajaban en otro tren hasta Varna donde cogían un último convoy hasta Estambul. En total: 81 horas para cruzar Europa.
El 1 junio de 1889 se llevó a cabo el primer recorrido sin transbordos con una duración total de 67 horas y 37 minutos y se convirtió en el medio de transporte de la gente influyente de la época. En sus pasillos y departamentos hacían negocios, fiestas, se ocultaban amantes y se vivía con glamour.
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, llegó la decadencia del Orient Express, que dejó de ofrecer servicio hasta 1918.
En 1919 se creó una ruta alternativa (Simplon Orient Express) que evitaba pasar por Alemania, gracias a la construcción del túnel del Simplon que une Suiza con Italia y posteriormente llegaría la tercera ruta (Alberg Orient Express). El aumento en las líneas y mejoras posibilitó la renovación del tren con muebles de madera preciosas y cubertería de plata.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó la interrupción del servicio y tras la finalización del conflicto, el cierre de algunas fronteras impidió que el tren pudiera llegar a Estambul hasta 1953.
A finales del siglo XX se harían cambios en los coches originales que disminuyeron la calidad de las instalaciones y fue perdiendo el glamour del que gozó.
El último viaje París-Estambul se llevó a cabo en 1997. En 2001 se reactivó parte de su ruta original entre París y Bucarest y se limitó el trayecto entre París y Viena. En 2009 el Orient Express realizó su último viaje.