Las temperaturas extremas; tanto el frío como el calor, no son nada buenas en temas de conducción, carreteras y vehículos.
Según la DGT, anualmente se producen decenas de miles de accidentes de diferente envergadura a consecuencia del invierno. Las temperaturas extremas repercuten en la persona que conduce: disminuye la atención en la conducción, la asimilación de la información y la agudeza visual. Una investigación realizada por el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (Cesvi), demostró que a menos de 10°C y a más de 30°C, los errores en la conducción se incrementan un 20% y el tiempo de reacción de quien conduce aumenta en un 22%.
Por su parte, la lluvia al igual que las temperaturas muy bajas, pueden afectar la visibilidad debido al empañamiento de los cristales. En casos como este, se recomienda el uso del sistema de refrigeración Además, la lluvia es también un gran factor de riesgo; los accidentes son mucho más frecuentes y disminuye bastante la adherencia de los neumáticos sobre el pavimento.
La presencia de nieve o hielo, también provoca disminución en la adherencia de los neumáticos Por ello, si tienes pensado conducir por una zona donde pueda presentarse este fenómeno, lo mejor es que lleves el tanque de combustible lleno. Esto te permitirá utilizar la calefacción por tiempo suficiente (aunque, de igual manera, lleva ropa de abrigo en el vehículo).
El frío hace que debamos estar más pendientes de la información meteorológica y del estado de las carreteras. La web de la DGT ofrece información en tiempo real sobre esto, informándonos de la aparición de hielo, nieve, la utilización de cadenas o el cierre de puertos de montaña. También en esta época, debemos hacer una revisión del vehículo; comprobar el nivel de líquidos, estado de la batería, neumáticos y frenos, entre otros.