Tal día como hoy, en 1893, se inauguró uno de los puentes más característicos de la geografía española: el Puente de Vizcaya.
Los orígenes de esta construcción se remontan a la recta final del siglo XIX, durante la regencia de María Cristina. El objetivo que se perseguía con su construcción era unir las dos márgenes de la desembocadura del Nervión sin entorpecer la navegación.
El diseño fue obra de Don Alberto Palacio Elissague, conocido también por su participación en la construcción del Palacio de Cristal del Parque del Retiro, en Madrid. El ingeniero francés Don Ferdinand Joseph Arnodin se hizo cargo de la construcción de la obra, y el empresario textil bilbaíno Don Santos López de Letona fue el principal valedor y financiador del proyecto.
El Puente Vizcaya fue el primer puente transbordador construido en el mundo de estructura metálica. Está situado en la boca del río Ibaizabal, en el punto en el que el estuario navegable de Bilbao se abría al mar hasta el siglo XIX. Se inauguró el 28 de Julio de 1893 y fue diseñado para enlazar con su gran cuerpo de hierro las localidades de Portugalete y Getxo, una orilla rocosa y escarpada y otra baja y arenosa. Cuando se construyó consiguió facilitar las comunicaciones entre estas dos pequeñas poblaciones balnearias veraniegas sin interrumpir la navegación de uno de los puertos fluviales con más activo tráfico naval de Europa.
Sin duda, fue el resultado genial de la fusión de dos innovaciones tecnológicas diferentes: la moderna ingeniería de puentes colgados de cables, desarrollada a mediados del siglo XIX, y la técnica de grandes vehículos mecánicos accionados con máquinas de vapor.
Este puente se ha convertido en un símbolo. Una maravilla de la ingeniería de su tiempo, un sueño de hierro laminado que, superando su propio pragmatismo vital y las disputas mundanas, se convertiría en el símbolo de toda una comarca, de todo un pueblo.
El Puente Vizcaya es uno de los grandes monumentos de la Revolución Industrial y uno de los pocos supervivientes representativos de aquella era. Durante la segunda mitad del siglo XIX el hierro era considerado el más poderoso símbolo del progreso de la Historia, era el material con el que se construían las máquinas, los barcos, los ferrocarriles, las grandes cubiertas y las torres como la de Eiffel, las enormes salas de Exposiciones Universales y, sobre todo, los nuevos puentes de Europa y América.
El Puente Vizcaya fue considerado desde el primer momento como el arco del triunfo de esta naciente civilización industrial.